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sábado, 12 de noviembre de 2011

Noche de un espectro

Aquella noche fue terrorífica. No consigo quitarme la imagen de la cabeza.
Hola, me llamo Lucy, Lucy Lillard y os voy a contar lo que me ocurrió hace 2 meses.

Aquella tarde me fui a casa de mis padres. Ese mismo día había discutido con mi novio, no es algo que me resulte fácil contar. Volví del trabajo cansada y quería descansar un poco, pero John llegó a los cinco minutos. Como siempre, entraba en casa pegando un portazo y si no se desahogaba con la pared lo hacía conmigo. En el momento en el que me levantó la mano con intención de abofetearme en la cara abrí los ojos por primera vez y supe en ese momento que esto no podía llegar a más. Le agarré del brazo y le miré a los ojos fijamente. En ellos se reflejaba furia, ira y tristeza al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Lentamente le solté el brazo, pero en ese instante me agarró de los brazos apretándome con fuerza. Me miró a los ojos y en ese momento, sentí sus labios en los míos. Ese breve beso se me hizo eterno. Sus labios se despegaron de los míos susurrándome al oído`` lo siento´´.  Me di cuenta de que la persona a la que quería se esfumaba de mi corazón. Una parte de mí quería impedir que esa fuera la última vez que viera a John salir por aquella puerta, pero otra parte de mí no quería seguir esta incómoda situación, el estar cada mañana soportando sus gritos con los que me despertaba, estar quejándose por todo, cada cosa que hacía le sentaba mal. Ya estaba cansada de aguantar siempre la misma historia. Esa fue la última vez que lo vi, saliendo de aquella puerta sin dejar de mirar al suelo, castigándose tristemente por todo lo ocurrido y despidiéndose con una última  mirada clavada en mí.
 Al golpear la puerta, nadie me respondió. Volví a llamar, pero nada. Cogí la llave situada bajo una maceta, junto a la ventana. Encendí la luz del salón y me senté en el sofá después de comprobar que la casa estaba vacía. Y del aburrimiento, me dormí.
Al despertar, me encontré en una sala llena de espejos. Había miles de espejos a mi alrededor, di vueltas y vueltas. No comprendía lo que me estaba sucediendo. Mi corazón se aceleraba cada vez más y más. Una gota de sudor rodeó mi nariz velozmente. Sentí pánico en aquella sala cubierta de espejos. Miré al techo, a los dos lados, en cada una de las esquinas que unía dos paredes, pero ni una brisa, ni una línea de luz traspasaba la pared. Estaba completamente encerrada. Escuché un ruido, procedente de uno de los espejos. Me acerqué con pasos afelpados. Lo único que se escuchaba era el chirrido de una silla en el centro de la sala moviéndose.
Pegué mi rostro en el cristal del que provenía el ruido. Se oía la voz de alguien. Era una cría, una niña con una dulce voz suave, pero a la vez aterradora. Le intenté hablar durante un rato, pero no me contestaba.
Aquella voz desapareció de entre la oscuridad. Lo único que se escuchaba era el latido de mi corazón, a la vez que mi respiración, debido a la adrenalina. De repente, el espejo tembló. Por un momento, me quedé inmóvil. Y fue cuando vi reflejada una cara terrorífica. Una cara deformada, con los bordes de su boca cosidos cruelmente. El rostro pálido. Los ojos le sangraban al igual que la nariz debido al hueso que le sobresalía. Era asqueroso. Me fui alejando rápidamente del espejo, tropecé y caí en la silla sentada. Las luces se apagaron y cuando me fui a levantar supe que mis manos estaban atadas a ella. Tiraba de las cintas gruesas que rodeaban mis muñecas. Cada vez me desesperaba más, pero no pude contenerme y empecé a llorar. Una sombra pasó silenciosamente por mi lado rodeándome. Seguro que pensarás que estoy loca, pero por un momento llegué a creer  que, tal vez fuera un espíritu o un espectro quizá. Me sentía muy confusa.
De repente, las cintas que me tenían presa desaparecieron. Entonces fui a romper el cristal cuando un fragmento afilado se inclinó. Me lo clavé en el brazo con el que pretendía destrozarlo. Se escuchó claramente el eco del grito que pegué. Intenté parar la hemorragia, pues la herida era grande y profunda. Até alrededor un trozo de tela de mi camisa. Perdía el equilibrio, por lo que me apoyé en un espejo. Mis manos me temblaban del miedo que sentía en mi interior. No de dolor, sino de no saber que estaba  ocurriendo y por qué yo. De repente unas manos salieron del espejo en el que me mantenía sentada y consciente y me secuestraron. Quedé atrapada en él.
Al abrir los ojos, no pude ver claramente donde estaba. Confusa, me intenté inclinar pero no pude. Atada de los pies a la cabeza, comencé a gritar y a gritar tan desesperadamente, que ya no sabía ni lo que veía. No paraba de pegar golpes a la camilla en la que estaba tumbada. El miedo cada vez se iba haciendo más grande.
Las luces se apagaron. El chirrido de las ruedas de la camilla seguía sonando.
Me quedé unos segundos paralizada, cuando algo me agarró del pie. La luz parpadeaba a la vez que un cuerpo iba subiendo a la camilla acercándose a mí. Tenía cuerpo de niña, de 8 años aproximadamente. Llevaba un viejo vestido roto, sucio y estropajoso. Los pelos le cubrían la cara. Era muy pálida. Su cuello le crujía si intentaba inclinarlo. Se subió a la camilla con ayuda de sus largas, algunas que otras rotas uñas, y empezó a arañarme la cara con una rabia y una fuerza impresionante. Sus ojos desorbitados me miraban fijamente. No podía soportarlo. Me movía de un lado para otro pero no podía escapar de allí. Pegué gritos y cerré los ojos.
Al abrirlos, ella desapareció. Todo aquello que me estaba pasando sin motivo ninguno era una pesadilla. Algo irreal, fuera de lo normal, pues todavía circula por mi cabeza. Por fin llegaron mis padres, algo agotados. Les conté un poco sofocada por qué estaba allí y lo que me había ocurrido con John. No les mencioné nada de lo de la niña. Pensé que no era necesario al ser una pesadilla, no pensaba que me fuera a pasar algo.  Después de ver una aburrida película con ellos, me fui arriba a mi cuarto a cambiarme de ropa. Me dirigí al cuarto de baño. En fin, todo esto fue lo que ocurrió. Lo extraño es, que al mirarme en el espejo, vi un rasguño en mi cuello. FIN.

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